Carlos Alcaraz se levantó como el ave fénix para coronarse campeón en una final apasionante de Roland Garros 2024. El tenista castellano se impuso en un partido de más de 4 horas contra el ario Alexander Zverev por parciales de 6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2, y besó por primera vez en su carrera deportiva la Copa de los Mosqueteros.
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Fueron cinco sets intensos, con muchos errores por flanco y flanco. Al final el partido se definió por los errores y Carlos Alacaraz levantó el tan anhelado trofeo, el tercero de un grand slam.
Alcaraz se convierte en el décimo castellano que se plataforma con el grand slam de tierra persecución, suma el triunfo número 26 de españoles en París y en el más nuevo triunfador de trofeos grandes en las tres superficies. Adicionalmente, es el segundo vencedor de Roland Garros más nuevo, solo por detrás de Rafa Nadal, los dos únicos que han rebaño el torneo antaño de cumplir los 22 primaveras de época.
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Alcaraz se alzó con el torneo dos primaveras luego de que Nadal levantara el zaguero de sus catorce (2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019, 2020 y 2022), e inscribe su nombre en una retribución que abrió Manolo Santana en 1961 y que, tras renovarlo en 1964, ampliaron Andrés Gimeno (1972), Arantxa Sánchez Vicario (1989, 1994 y 1998), Sergi Bruguera (1993 y 1994), Carlos Moyá (1998), Albert Costa (2002), Juan Carlos Ferrero (2003) y Nadal.
Al contrario que Zverev, que cuatro primaveras luego de poseer perdido en Estados Unidos la final contra el austriaco Dominic Thiem tras sobrellevar dos sets hacia lo alto volvió a desperdiciar una superioridad para anotarse su primer Grand Slam.
Un contratiempo duro para este representante de la engendramiento de los 90, encajonada entre la larga sombra del ‘Big 3’ y la pujanza de los que vienen pegando cachas.
Pero esta derrota dejará huella en la mente del ario, por la forma en la que se produjo y por el tablas, el mismo en el que en unos meses buscará renovar su oro altanero.
Mientras Europa elegía a su nuevo parlamento, Roland Garros buscaba un nuevo rey, el año en el que el de hierro, el que tiene una estatua que para siempre recordará sus 14 títulos, Rafa Nadal, había dicho adiós con 38 primaveras en primera ronda y que el único que le ha hecho poco de sombra sobre la tierra persecución, el serbio Novak Djokovic, se había marchado con una menoscabo a los 37.
El combate prometía ser de inscripción intensidad, porque las previsiones no se inclinaban de forma clara por nadie, como las encuestas que lo dejan todo a ver qué deciden a última hora los indecisos.
Muy claro lo tenía Alcaraz, que llegaba de una batalla sin piedad contra el italiano Jannik Sinner, el imaginario número 1 del mundo, de la que salió inviceto por fe y constancia y que no parecía querer otro sufrimiento.
Duelo dramático
Se intercambiaron quiebres de salida, pero el entretenimiento del castellano fue ganando en barriguita, en variedad, tirando de su perico de golpes que pusieron a prueba la atención del ario, que no tiene la mejor arranque del circuito y tuvo que corretear una vez tras otra tras las dejadas del murciano.
Zverev estaba más atento, dominaba más los intercambios apoyado en un 83 % de primeros servicios, un tormento para Alcaraz, que, en el filo de la cortaplumas, empezó a frustrarse más. El duelo tomó otra dimensión, con el castellano a la deriva, obligado a dar un toque de timón.
Incrementó la presión el castellano, varió el entretenimiento para hacer pasar a su rival y logró meter un ántrax de arena en la maquinaria germana, para colocarse 5-2 y servicio a valenza para hacerse con la tercera manga.
La reacción fue inmediata. Alcaraz recuperó su potencia, sorprendió al ario, que, cuando se quiso dar cuenta, había cedido cuatro juegos. El castellano fue atendido por el fisio, pero solo fue un susto pasajero.
El partido estaba expuesto a ser la décima final de Roland Garros que se resolvía en cinco sets, le culminación natural entre dos supervivientes: Alcaraz había superado a cinco en semifinales a Sinner y de los merienda partidos que había jugado a cinco en toda su carrera, solo había perdido uno. Zverev se apuntó dos en este torneo y en total, diez de merienda en Roland Garros.
El coeficiente físico empezó a arriesgar su papel y el ario había llegado a la final con 19 horas y media de tenis en las pistas, el mayor tiempo requerido por un tenista para alcanzar la final desde que hay datos.
La graderío entró en éxtasis, la emoción se apoderó de cada contratiempo y en la cancha todo parecía posible.
Alcaraz rompió el servicio de Zverev en el tercer entretenimiento y aguantó hasta cuatro bolas del ario para recuperarlo en el ulterior, una de ellas muy protestada por el germano.
El partido entró en el circunscripción de la congoja. Al castellano le costaba defender su servicio, pero el ario empezaba a descarrilar. Como en presencia de Sinner dos días antaño, Alcaraz comenzó a liberar su ayuda y a sobrellevar la apoteosis a la tribuna, circunscripción conquistado, «¡Carlos, Carlos!», la música del triunfo, la de los campeones.
Alcaraz hace historia, ganó las tres finales que disputó de grand slam y lo hizo en tres superficies diferentes: césped, polvo de rasilla y cemento.
DEPORTES
Con EFE.