Ha sido una semana de mucha angustia, de prórroga insoportable, de tensión, incluso de padecer alguna enfermedad extraña del corazón, eso ha sido para los hinchas de Santa Fe y Bucaramanga, que con los excitación destrozados solo esperan que la pelota ruede ya, que inicio la batalla final y que pase lo que tenga que ocurrir, y que gane el que tenga que vencer, pero que no sean ellos, es lo que piden, en medio de sus oraciones.
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Ya lo que fue, fue; ya el que rezó, rezó, y resta esperar quién lo hizo mejor, lo demás sucederá en el dominio de bisagra, ahí donde los 22 jugadores, los rojos y los amarillos, los leones y los leopardos, sacarán los dientes y las garras para ir por esa corona, ya uno y otro equipos prepararon el partido, diseñaron la logística, afinaron la puntería, practicaron los penaltis –por si es que toca entrar a similar suplicio–, ya los técnicos tomarán las decisiones finales, a ver quién entra y quién sale de última hora, y los capitanes preparan su queja de batalla para contagiar a los suyos en el camerino, adaptado antiguamente de pisar el césped.
Eso hace parte de su intimidad de equipo, lo de los hinchas es preparar su fiesta, que esta vez será con casa roja, con El Campín, a reventar de pasión santafereña y con una mínima parcialidad amarilla que querrá hacerse reparar como si fueran millones en medio del abismo que será ese estadio donde mandan los leones.
La diferencia entre rojos y amarillos
El 1-0 del partido de ida es la diferencia que los separa, es lo que tiene tan ilusionada a toda Bucaramanga, esa ciudad que vive el sueño placentero de tener la suerte tan cerca, su primera suerte, lo dicen y no se lo creen, y están convencidos de que el destino no les puede arrebatar similar oportunidad de delicia, y todo gracias a ese gol de Fredy Hinestroza, que es el que los tiene así, delirantes, porque entre ellos el optimismo es gigantesco, no piensan ni por descuido en que se les va a escapar el título, por poco entraron a la cancha cuando se acabó ese primer partido de la final, como para amarrar entre todos esa suerte, para que no se les escape.
En Santa Fe quedaron heridos, no esperaban entablar perdiendo la final, no esperaban tener un partido tan deslucido, no adaptado ahora, no querían poner a sufrir a su clan ni revivir viejos fantasmas ni viejas pesadillas de títulos perdidos en casa, pero así se dieron las cosas, por eso mismo, en Santa Fe sintieron tocado su orgullo y quieren salir a demostrar de qué están hechos, recapacitar que fueron el mejor equipo de los cuadrangulares, que son poderosos en casa, que han donado batallas heroicas, que tienen a una multitud para alentarlos, y que tienen leones de la talla de Daniel Torres, Andrés Marmolejo y Hugo Rodallega.
Ser de Santa Fe, ellos lo saben perfectamente, es estar acorazado para estas situaciones de drama, es tener coraza de puñal para las adversidades, por eso esa distracción se concentra en su propio trabajo, ese de alentar con fidelidad y pasión durante los 90 minutos y esperar que se les dé la conquista de la décima suerte. El principal de la manada, Rodallega, ya les dio una voz de aliento a los más descompuestos santafereños en estos días de ansiedad, les habló con una convicción de quien promete dejarlo todo por esta final. “Simplemente enfoquemos nuestras fuerzas, en el sábado, tenemos que hacernos sentir, leones, es nuestro objetivo, luchemos juntos, es el todo por el todo, en nuestra casa hemos sentido su presencia y fuerza a lo largo del semestre, la final tiene que ser histórica”, escribió el goleador.
Bucaramanga igualmente se motiva porque este año, en el que ha tenido su campaña espectacular –fue el mejor de la período todos contra todos–, hizo de Bogotá su plaza predilecta, como si no le afectara carencia, ni la pico, como si igualmente fuera su casa. En El Campín tuvo la osadía de vencer a Millonarios y al propio Santa Fe, y ese par de victorias son como un envión de optimismo. “No es un partido igual que el resto de la temporada, este tipo de partidos de los últimos 90 minutos son emocionalmente muy exigentes. Ellos (los jugadores) están preparados. Hemos crecido en este tipo de momentos”, dijo el técnico Rafael Dudamel.
Las finales, suele decirse, se definen por detalles, un descuido estropea toda una ilusión, y un momento de penetración es capaz de modificar las emociones. Santa Fe tendrá la inexcusable presión de nacer debajo en el registrador, así que debe apelar a su paciencia para encontrar el primer gol, que sería el igualada parcial en la serie. A Bucaramanga le tocará sostener el muy seguro vendaval auténtico, y con el cronómetro como mejor amigo, y con su bisagra robusto y organizado, ir esperando a que el desespero se apodere del rival. En Bucaramanga no piden más goles, no se obsesionan con eso, saben que con ese 1-0 puede ser suficiente.
Lo dijo el propio Hinestroza: “Con un 1-0 se puede ser campeón. Vamos a ir a Bogotá a trabajar los 90 minutos que faltan, con humildad y trabajo. Este equipo merece mucho más por todo lo que ha hecho”.
No queda más que aseverar por ahora, el resto de la historia se conocerá esta incertidumbre, cuando veremos la descomunal fiesta del campeón y el lloro constante del perdedor. ¿A quién le tocará qué?
PABLO ROMERO
Periodista de DEPORTES
@PabloRomeroET