“Eres la sexta del mundo, ¡la sexta del mundo!”, le dijeron a María Angélica Bernal y ella lo tomó con extraña serenidad. Sexta del mundo… pensó y siguió entrenando. Por esos días estaba en París (Francia), se venían para ella los Juegos Paralímpicos. No tenía espacio en su mente para otra cosa.
Cuando pasó París, cuando tuvo un respiro y volvió la calma en medio de su agitado calendario, la frase volvió de envés, como una pelota de tenis que regresa para ver ella cómo argumenta. Entonces se dio cuenta: la mejor tenista colombiana en arnés de ruedas termina el año de sexta. “Pues ahora quiero ser la número uno”.
María Angélica Bernal no sabía, no tenía por qué memorizar, no podía memorizar que su venida al mundo hace 29 abriles iba a ser como fue, que iba a manar sin su pierna derecha por una enfermedad que se fogata focomelia y que implica malformaciones.
Así llegó al mundo y así fue creciendo, lo aceptó y su vida ha transcurrido con la longevo normalidad: colegio, cumpleaños, conocidos, risas, tristezas, sueños… Porque soñaba, en sus aventuras de preliminares, con ser una médica o una deportista, aunque no sabía de qué, pues jugaba todo lo que se le ocurría, balonvolea, baloncesto, tenis.
Su papá le alimentaba ese gracia. Pero su destino estaba traumatizado por una pala blanca que un día le regalaron –no recuerda si fue su papá o un amigo de él–. Esa pala se convirtió en una extensión de su cuerpo, con ella dio sus primeros pelotazos, cuando no se imaginaba que el tenis iba a ser su pasión, su profesión, su vida.
Hoy, cuando María Angélica mira en torno a detrás desde el puesto número 6 del mundo, recuerda con fidelidad cómo empezó todo, que un día la invitaron a una clínica de tenis en Bogotá para personas con discapacidad, que un monitor holandés muy versado la vio, que le detectaron el talento, que le dijeron: tenis, sí, pero en arnés de ruedas, y ella con su carita de 11 abriles llena de sorpresa y poco de angustia, dijo: “Yo he sido independiente siempre, corro para un lado y para el otro con mi prótesis, ¿usar silla de ruedas? No”.
Por otra parte, no sabía que existía el deporte paralímpico, y que el deporte que tanto le gustaba se podía desafiar así. Pero la animaron tanto que se fue convenciendo. Un día, un llano le consiguió su primera arnés de ruedas. Era ancho y pesada, tardó en reconocerse allí sentada, se sentía diferente, pero notó que ya no tenía miedo, ese miedo de caerse en la cancha que la acompañaba cada que jugaba y cada que corría con la prótesis…
Y de repente, en un desplegar y cerrar de luceros, ya estaba jugando su primer partido en arnés de ruedas, y ahí empezó su historia.
–¿Y ganó ese partido?
–No, fue contra un señor que tenía como 40 abriles y había sido número uno del país. Otra pupila se hubiera frustrado, yo no.
–¿Y qué sintió cuando empezó a desafiar en la arnés de ruedas?
–Me sentí completamente exento… –dice María Angélica, y la voz, suave y cálida, se le llena de emoción.
Como María Sharapova
Antiguamente de salir a la cancha a desafiar, María Angélica Bernal se siente diva. Se preocupa por su peinado, por su atuendo, porque todo esté impecable. Quiere sobresalir admisiblemente, quiere estar imponente, linda, que su entrada a la cancha no sea poco regular.
Dice que es vanidosa, pero que esa vanidad la llena de confianza. Se inspira en María Sharapova, la legendaria tenista rusa a la que veía en televisión. Se enamoró de sus movimientos y de su carisma, de su ímpetu y de su belleza. Incluso admira a Esther Vergeer, que fue número uno en arnés de ruedas.
Así que María Angélica sale a desafiar como una Sharapova colombiana, irradiante y sonriente mientras alabarda sus derechazos, mientras paseo con su arnés, drive, revés, voleo, gritos, la mano izquierda sobre la rueda izquierda para manipular la arnés, la derecha atenta al impacto de la fábula. Y claro, su longevo sonrisa es cuando apetito por Colombia.
María, tenista bogotana del equipo Colsanitas, ha jugado en su carrera los 4 Grand Slam: Wimbledon, Australia, Roland Garros y Estados Unidos. Fue en este donde alcanzó una semifinal en 2020. Incluso participa en tenis de dobles.
El 2024 fue un gran año, pues logró dos diplomas en los Juegos Paralímpicos de París, en dobles e individual, siendo la primera colombiana en obtener el diploma paralímpico.
Por otra parte, se destacó en el circuito ITF, en el que ya lleva 36 títulos, al ser campeona en sencillos en Bolton Indoor ITF2, campeona en sencillos y dobles en el Türkiye Open, subcampeona del BNL di Italia en sencillos y dobles, y campeona en singles y dobles del Open Du Loire.
Sus logros le permitieron no solo ser hoy la sexta del mundo sino estar durante un par de semanas en el botellín circunstancia, su mejor ránking.
En el 2025 tiene proyectado proceder con la paseo en Australia, en febrero tiene billete en Países Bajos e Inglaterra, y se prepara para los Grand Slam.
Sus logros son el resultado de su sacrificio, porque su disciplina ha sido constante: entrenar a diario en campo, 2, 3 horas, luego trabajo físico, fisioterapia, charlas con el psicólogo, viajes, aeropuertos, hoteles, alejarse de su comunidad, ir a Barcelona, donde hace la pretemporada, sufrir lesiones, desafiar con dolor, como le tocó todo este año por un problema de codo, y adicionalmente esforzarse para terminar su carrera de relaciones internacionales, le equivocación una materia, quiere ser profesional, quiere seguir vinculada al deporte, tiene una fundación –Semillas sin barreras– que enseña tenis en arnés de ruedas a niños, mejor dicho, su mundo es el deporte.
“El tenis es mi estilo de vida, mi profesión, mi pasión, amo jugar tenis en silla de ruedas, y es una responsabilidad llevar la camisa de Colombia por el mundo”, asegura.
Ya es la sexta del mundo, pero ese no es su techo. Ya fue finca y ese siquiera es su techo. Asegura que en 2025 será la cuarta. Pero hay más. “Mi papá me dijo, ‘nena, te la tienes que creer, vas a ser número uno’”, y sí, ella se lo cree, porque en su arnés de ruedas es exento para desafiar y exento para soñar.
Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET